viernes, 8 de mayo de 2015

rostro. Diana del Ángel

rostro
In memoriam Julio César Mondragón
Diana del Ángel
Sé que mis palabras incomodan. Nací un día de todos: 4 de junio del 92. Tenía muchos sueños, propósitos y anhelos, pero el tiempo no me alcanzó. Mi último pensamiento fue  para mi familia, el dolor fue insoportable, lloré hasta el delirio. Sólo soñaba con ser un luchador de esos que combaten la ignorancia. Me desollaron vivo.

La luz de la mañana dio en tu hueso puro
para decirnos con esa dolorosa  blancura
el fraude en que vivimos, para que el asco llegara a nuestras bocas
antes que la palabra impunidad,
para que supiéramos la burla de nuestras libertades,
para que nuestros ojos acostumbrados a la muerte,
recordaran lo que es llorar, para hacernos más humanos.

Piensan que al asesinar borran toda huella, pero lo único que logran es contradecirse y ganar más desconfianza. Mi vida fue difícil, pero feliz, este año aquí encontré mi destino. ¿Que cómo fueron los hechos? Me robaron la cara, pero no mi esencia; físicamente me mataron pero no mis ideas.

Malditos los dedos que desnudaron tu calavera, malditos
los ojos que te miraron sin ojos, malditos
los que pensaron que al asesinarte borrarían tus huellas,
malditos los corazones que laten impunemente, maldita
la voz que pide resignación.
Tu rostro esa mañana fue
la radiografía de nuestro país despedazado
Y pensar que fuiste de Tenería a Villaguerrero,
de Tiripetío a Ayotzinapa,
de Iguala a tu muerte;
y pensar que pudiste irte y no quisiste
que volviste con los tuyos, siempre los de abajo,
volviste como Zapata, como Lucio,
volviste para escupirle en la cara al miedo,
volviste para decirnos que la vida
se defiende con la vida misma,
volviste con tu muerte a llenar de sentido las palabras
amor y amistad
volviste ayer, mañana y siempre
en los rostros que te lloran
en los pasos que caminan incansables hacia el zócalo de la justicia
volviste por amor a la vida y por amor te lloramos tanto

Soy enemigo de la explotación; los caídos tenemos derecho a ser escuchados. Los maestros tenemos la misión de enseñar a elegir a los gobernantes. No me olvides compa…

Y nos dejaste de tarea, maestro,
florecer en plena noche
llenar con nuestras vidas las palabras que hoy dan risa
democracia, libertad, justicia
nos dejaste el encargo de ponerle un rostro a este país despedazado.
Y no vamos a perder,
te lo digo con la sangre de mi gente hirviendo rabia,
porque estas lágrimas harán florecer desiertos,
porque nos diste una lección de vida entera
porque más que la rabia oceánica
nos llena la esperanza hierba inagotable
de un sexto sol  para nosotros,
que tú fuiste el primero en alumbrar.

Diana del Ángel nació en la Ciudad de México. En 2011 obtuvo la maestría en Letras Mexicanas en la UNAM. Fue becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas entre 2010 y 2012: desde el 2002 pertenece al Taller de Poesía y Silencio. Ha participado en encuentros y congresos de literatura  nacionales y fuera del país. Ha publicado Vasija (La Hogaza/ICM, 2013), “Vasija”, (Hoja suelta, núm. 14, 2007) en la colección Hoja suelta, así como artículos y poemas en revistas impresas y electrónicas. Barranca, su segundo libro, se hizo acreedor a una Mención Honorífica por parte del Premio Nacional de Poesía Dolores Castro 2013. En 2014, gracias al FONCA-México y al CIALQ-Quebec, realizó una estancia de escritura en Montreal, Quebec. Colabora en el proyecto de la Enciclopedia de la Literatura en México.


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