domingo, 3 de mayo de 2015

43+1

LA PUBLICACIÓN DEL LIBRO, COMO ACLARA EL BLOG EN SU PORTADA, CORRERÁ A CARGO DE LA BRIGADA PARA LEER EN LIBERTAD, A LA CUAL PERTENECE EL AUTOR. 
El 43+1 dije en una red social hablando de Julio César Mondragón Fontes, el normalista cuyo cuerpo desollado en vida y sin ojos se arrojó a una calle de Iguala horas después de que desaparecieran sus compañeros(1).
Lo hice por el mismo instinto de las fotos de perfil en los muros de otras y otros: su muerte parece perderse gradualmente y representa quizá la más tangible prueba de con cuánta justicia las marchas sostienen la consigna: Fue el Estado. Pues conforme a los especialistas consultados para rebatir la versión oficial, la tortura a que fue sometido el joven requiere de expertos y hasta donde sabemos sólo los ejércitos disponen de ellos.
Este libro se escribe en cinco semanas, recogiendo la información sobre el caso recabada por Sayuri Herrera, la defensora de derechos humanos que asiste a la familia de Julio César, a quien tuteo con el falso, obligado permiso usual en las notas periodísticas, pues no dispongo del tiempo para intimar con su recuerdo.
El equipo de Sayuri al cual así me integro, y la madre, la esposa, el hermano, los abuelos y tíos de él, coincidimos desde luego en que la historia no puede entenderse sin los acontecimientos todos de las horas entre la noche del 26 y la mañana del 27 de septiembre.
Tampoco se comprende haciendo a un lado la política gubernamental y de Estado contra las normales rurales en el país y particularmente contra la Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, claro reflejo de la Guerra Sucia declarada al pueblo guerrerense desde 1960. Estamos de acuerdo a la vez, en que las desapariciones y los tres asesinatos durante la jornada aquélla, deben tomar en cuenta la nueva etapa del hipercapitalismo, como algunos prefieren llamar al neoliberalismo de última generación, viento en popa hoy en el mundo globalizado y sobre el que un gran jurista dice: “hay un nuevo genocidio en curso. Estamos asistiendo a una auténtica shoah, solución final de los nazis, cuya fórmula es “30/70: 30 por ciento de incluidos, 70 de excluidos”(2).
Las vidas de los tres muertos y cuarenta y tres desaparecidos entre el 26 y el 27 de septiembre merecen recuerdo, por ellos mismos y por sus familiares, pues las cercenaron al inicio de la juventud, del futuro que se construye. Cincuenta, sesenta o más años van a parar a la nada, un caso tras otro caso. Estamos seguros que se hará justicia a las historias personales de todos, representación además de los miles anteriores en circunstancias parecidas a las suyas: hombres, mujeres y niños anónimos para la sociedad, a través de los cuales se expresa un pueblo que tercamente trabaja, es explotado, lucha.
Nosotros recuperamos a uno solo y eso nos cohíbe, porque no se trata de elevar a nadie por encima de los demás. Quizá hay otros con mayores merecimientos en cuanto a la participación en Ayotzinapa. A este libro le toca uno de los tres que en cierta comprensible manera tienden a perderse en la memoria, si recordamos el sombrío doble efecto producido por la desaparición. A un integrante de la ComVerdad sigue impactándole esta escena: entrevista a la madre de un muchacho víctima de la primera guerra sucia, escuchan un movimiento cercano a la modesta casa y la mujer sale apresurada confiando en encontrar al hijo que regresa ¡tras cuarenta años!
Julio César nació fuera de Guerrero y eso no lo singulariza, pues si la mayoría de los estudiantes de Ayotzinapa son del estado, sobran quienes vienen de otras partes. Sus veintidós años años tampoco llaman la atención, porque desde la creación de la la Rubén Isidro Burgos son frecuentes los de edades como la suya. Que recién se convirtiera en padre no debe extrañar, a la vez. Claro, se trata de un ser único, como cuantos hay en esa y cualquier normal, y en el mundo entero, y al asomar a su intimidad y a la de quienes lo quisieron y lo quieren todavía, temblamos por el derecho que se nos da. 
No hay forma de resumir tanta vida. No bastan, por ejemplo, las estampas del abuelo, caminando lento por el hogar y el pueblo, a la manera de un hombre orgulloso del día a día que labró arduamente, y de timidez extrema cuando acude a un acto en conmemoración del nieto o se hurta de plano a las miradas en una oficina, por amable que ésta resulte. 
De cabello y tez claros que el trabajo a pleno sol curtieron

No hay comentarios:

Publicar un comentario