domingo, 17 de mayo de 2015

Cuatro testimonios y la simulación premeditada

El Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) de la CIDH fija en diez los escenarios y momentos de esas horas. En algo parece no contradecir la versión histórica de la PGR: hasta la aprensión de los normalistas tras el último encuentro, nadie más que las fuerzas públicas interviene en los hechos.
Testimonios de los estudiantes aseguran que algunos de los policías con los que dialogan durante la segunda confrontación “de pronto se encapucharon”.
Este antecedente parece muy significativo para el momento que culmina los choques.
Cuatro testimonios de normalistas sobre ese momento, desde distintos ángulos.
1 “Ya salimos al Periférico y empezaron a llegar la prensa, reporteros (…) llegó una camioneta roja, Ram doble cabina, y muchos carros particulares. Pero más atrás había camionetas de patrullas. Fue cuando uno de negro, encapuchado, empezó a disparar, primero al aire. Ya luego baja otro y se hincó y ese fue el que nos empezó a disparar a todos. Y ahí se bajaron todos y nos empezaron a disparar. Fue cuanto (…) empezamos a correr, por la parte de los autobuses (…) para abajo…”
2.- "-Bueno ya, cabrones, vamos a hablar -[dijo un uniformado]. 
"Nos negamos, nos negamos y vimos que se encapucharon todos."
3. Saliendo de la terminal “avanzamos y nos toparon dos patrullas de la policía municipal de la ciudad de Iguala, las cuales inmediatamente empezaron a dispararnos. En un principio pensamos que son disparos al aire. Cuando nos bajamos yo me percaté de que (…) no eran al aire (…) En respuesta empezamos a aventar piedras (…)
“Nos subimos otra vez al autobús, seguimos avanzando por (…) Juan Álvarez, ya para salir rumbo a Periférico (…) y nos van saliendo más patrullas (…) las cuales, igual, nos empiezan a disparar (…) los disparos son continuos no cesan. Venimos avanzando y ellos nos vienen disparando. Cuando nos atraviesan una patrulla, entonces tomamos la decisión de bajarnos y mover la patrulla a empujones.
“Mi compañero Aldo es el primero en llegar a la patrulla (…) Empezamos a empujarla y empiezan a disparar contra nosotros (…) A Aldo le dieron en la cabeza (…) Volteo, veo que estaba en el piso (…) alrededor de su cabeza se formó muy rápidamente un charco de sangre. Y le grité a mis demás compañeros ¡Le dieron a uno! Yo estoy seguro de que los policías, la intención de ellos, era quitarnos la vida (…)
“Llegaron los medios de comunicación. Los llevé a los autobuses, los lleve donde los casquillos de arma, que le tomaran evidencia (…) Estábamos en eso, los medios de comunicación estaban recibiendo la información por parte de los estudiantes, yo estaba en la esquina, cuando de lado de Periférico se oye un estruendo enorme. Fue un estruendo horrible (...) con los medios de comunicación presentes (…)
“Incluso un reportero de (…) Televisa se echa a correr y me lo topo en la esquina. Le digo:
“-No corra, graba eso -y me dice:
“-No, cabrón, aquí me van a matar.”
4. “Llegamos, los autobuses ya estaban todos destrozados, a la altura de los parabrisas, abajo, las llantas ponchadas, sangre dentro de los autobuses, sangre (…) no era de una gotita, en cantidades. De repente, de la parte de la carretera proveniente de Teleloloapam y todos esos lugares, estaba una parte oscura, cuando escuchamos el tableteo de disparos. “Aproveché un momento en que supuse que estaban cambiando de parque, y es cuando brinque hacia la calle N. Álvarez, que va rumbo al centro, por donde estaban corriendo mis demás compañeros. Cuando llegamos dos, tres cuadras, el ejército estaba (…) ya patrullando el lugar.
“Nos decían Cállense, ustedes se lo buscaron, querían ponerse con hombrecitos, pues ora éntrenle, éntrenle y aguántense. Teníamos miedo. No podíamos recibir llamadas. Si alguien nos llamaban un militar se ponía a escuchar primero, nos iba diciendo lo que teníamos que decir (…)
“No digas que te tienen los militares, di que estás bien. A partir de ahí llamaron una ambulancia, tomaron fotografías de todos (…) La ambulancia nunca llegó. De ahí los estudiantes se dispersaron y nos dejaron a mí y a otros maestros, a cargo del compañero, a riesgo de que nos mataran. Pudimos llegar al hospital a las dos, tres de la mañana.”
2. “Ese mismo día, a las siete de la mañana nos informan que habían encontrado desollado a un tercer compañero (…) Nos muestran la fotografía, nos dicen ¿Lo reconocen? Inmediatamente lo reconocí por la bufanda, por la playera que llevaba (…) El compañero estuvo conmigo antes de que ocurriera la segunda balacera. El compañero Julio César tiene una bebé de aproximadamente dos meses de nacida… su esposa.”
Hasta este momento, en que terminan los "choques", y desde la llegada de los normalistas a la central camionera, la versión oficial habla de la intervención únicamente de fuerzas públicas. Es después que, de acuerdo a la PGR, por pedido de la comandancia de Iguala, su similar de Cocula entra en acción y ambas, en acciones paralelas que no se entreverán hasta la culminación, transportan a los normalista hasta "la brecha conocida como Loma del Coyote" y contactan con los Guerreros Unidos, alrededor de las tres de la mañana.
De modo, pues, que los hombres de negro, encapuchados, cuya presencia prueban los testimonios, y la "Ram doble cabina" y los "muchos carros particulares" registrados por algunos supervivientes, no pertenecen a la mafia. Nada de ello reporta el informe de la autoridad federal.
En consecuencia habría simulación del Estado a nivel del o los municipios, la federación y la entidad -ésta al menos en cuanto a su actividad ministerial-, durante los hechos y su indagatoria. Una simulación que se demuestra premeditada al referirnos a la policía de Iguala y tal vez Cocula, en principio, sin saber hasta qué grado involucra a las otras instancias.
Cuando luego de la jornada cuyos horrores debemos imaginar a partir de este parco relato y que con la desaparición de los cuarenta y tres jóvenes llega al clímax de un modo todavía en la más absoluta sombra; cuando en los días tras los sucesos, pues, las versiones de la autoridad como un todo involucran a los Guerreros Unidos, se tiene la impresión de que se culpará a éstos por la tortura y muerte de Julio César.
Fue en ese clima, el de las investigación desarrolladas por la Procuraduría General de la Republica, que apropósito formulé las preguntas sobre la factibilidad de que el crimen organizado arrancara la piel y los ojos del muchacho hasta hacerlo morir por dolor.
Si la PGR fabricó el caso en su conjunto, conforme parecen demostrar las observaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ¿por qué separar el asesinato de Julio, acusando a un policía municipal? ¿Por el mensaje enviado en los restos cuya fotografía, insisto, necesariamente recorrería el país y quizás el mundo, como sucedió? 
¿Y qué nos dice el gobierno nacional con su sentencia sobre el hecho?: Mentimos descaradamente ¿y? Nada pueden hacer para evitarlo, normalistas, familiares de ellos, defensores de derecho humanos que acuden en su ayuda, prensa en procura de la verdad; redes sociales que documentan lo contrario, millones de mexicanas y mexicanos en las protestas tras las cuales damos el fallo, sociedad toda.  

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