El
Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) de la CIDH fija en diez los escenarios y
momentos de esas horas. En algo parece no contradecir la versión histórica de la PGR: hasta la aprensión de los normalistas
tras el último encuentro, nadie más que las fuerzas públicas interviene en los
hechos.
Testimonios de los
estudiantes aseguran que algunos de los policías con los que dialogan durante
la segunda confrontación “de pronto se encapucharon”.
Este antecedente parece muy significativo para
el momento que culmina los choques.
Cuatro testimonios de normalistas sobre ese momento, desde distintos ángulos.
1
“Ya salimos al Periférico y empezaron a llegar la prensa, reporteros (…) llegó
una camioneta roja, Ram doble cabina, y muchos carros particulares. Pero más
atrás había camionetas de patrullas. Fue cuando uno de negro, encapuchado,
empezó a disparar, primero al aire. Ya luego baja otro y se hincó y ese fue el
que nos empezó a disparar a todos. Y ahí se bajaron todos y nos empezaron a
disparar. Fue cuanto (…) empezamos a correr, por la parte de los autobuses (…) para
abajo…”
2.- "-Bueno ya, cabrones, vamos a hablar -[dijo un uniformado].
"Nos negamos, nos negamos y vimos que se encapucharon todos."
2.- "-Bueno ya, cabrones, vamos a hablar -[dijo un uniformado].
"Nos negamos, nos negamos y vimos que se encapucharon todos."
3.
Saliendo de la terminal “avanzamos y nos toparon dos patrullas de la policía
municipal de la ciudad de Iguala, las cuales inmediatamente empezaron a
dispararnos. En un principio pensamos que son disparos al aire. Cuando nos
bajamos yo me percaté de que (…) no eran al aire (…) En respuesta empezamos a
aventar piedras (…)
“Nos
subimos otra vez al autobús, seguimos avanzando por (…) Juan Álvarez, ya para
salir rumbo a Periférico (…) y nos van saliendo más patrullas (…) las cuales,
igual, nos empiezan a disparar (…) los disparos son continuos no cesan. Venimos
avanzando y ellos nos vienen disparando. Cuando nos atraviesan una patrulla,
entonces tomamos la decisión de bajarnos y mover la patrulla a empujones.
“Mi
compañero Aldo es el primero en llegar a la patrulla (…) Empezamos a empujarla
y empiezan a disparar contra nosotros (…) A Aldo le dieron en la cabeza (…) Volteo,
veo que estaba en el piso (…) alrededor de su cabeza se formó muy rápidamente
un charco de sangre. Y le grité a mis demás compañeros ¡Le dieron a uno! Yo
estoy seguro de que los policías, la intención de ellos, era quitarnos la vida
(…)
“Llegaron
los medios de comunicación. Los llevé a los autobuses, los lleve donde los
casquillos de arma, que le tomaran evidencia (…) Estábamos en eso, los medios
de comunicación estaban recibiendo la información por parte de los estudiantes,
yo estaba en la esquina, cuando de lado de Periférico se oye un estruendo
enorme. Fue un estruendo horrible (...) con los medios de comunicación
presentes (…)
“Incluso
un reportero de (…) Televisa se echa a correr y me lo topo en la esquina. Le
digo:
“-No
corra, graba eso -y me dice:
“-No,
cabrón, aquí me van a matar.”
4.
“Llegamos, los autobuses ya estaban todos destrozados, a la altura de los
parabrisas, abajo, las llantas ponchadas, sangre dentro de los autobuses,
sangre (…) no era de una gotita, en cantidades. De repente, de la parte de la
carretera proveniente de Teleloloapam y todos esos lugares, estaba una parte
oscura, cuando escuchamos el tableteo de disparos. “Aproveché un momento en que
supuse que estaban cambiando de parque, y es cuando brinque hacia la calle N.
Álvarez, que va rumbo al centro, por donde estaban corriendo mis demás
compañeros. Cuando llegamos dos, tres cuadras, el ejército estaba (…) ya
patrullando el lugar.
“Nos
decían Cállense, ustedes se lo buscaron, querían ponerse con hombrecitos, pues
ora éntrenle, éntrenle y aguántense. Teníamos miedo. No podíamos recibir
llamadas. Si alguien nos llamaban un militar se ponía a escuchar primero, nos
iba diciendo lo que teníamos que decir (…)
“No
digas que te tienen los militares, di que estás bien. A partir de ahí llamaron
una ambulancia, tomaron fotografías de todos (…) La ambulancia nunca llegó. De
ahí los estudiantes se dispersaron y nos dejaron a mí y a otros maestros, a
cargo del compañero, a riesgo de que nos mataran. Pudimos llegar al hospital a
las dos, tres de la mañana.”
2. “Ese mismo día, a las siete de la mañana nos
informan que habían encontrado desollado a un tercer compañero (…) Nos muestran
la fotografía, nos dicen ¿Lo reconocen? Inmediatamente lo reconocí por la bufanda,
por la playera que llevaba (…) El compañero estuvo conmigo antes de que
ocurriera la segunda balacera. El compañero Julio César tiene una bebé de
aproximadamente dos meses de nacida… su esposa.”Hasta este momento, en que terminan los "choques", y desde la llegada de los normalistas a la central camionera, la versión oficial habla de la intervención únicamente de fuerzas públicas. Es después que, de acuerdo a la PGR, por pedido de la comandancia de Iguala, su similar de Cocula entra en acción y ambas, en acciones paralelas que no se entreverán hasta la culminación, transportan a los normalista hasta "la brecha conocida como Loma del Coyote" y contactan con los Guerreros Unidos, alrededor de las tres de la mañana.
De modo, pues, que los hombres de negro, encapuchados, cuya presencia prueban los testimonios, y la "Ram doble cabina" y los "muchos carros particulares" registrados por algunos supervivientes, no pertenecen a la mafia. Nada de ello reporta el informe de la autoridad federal.
En consecuencia habría simulación del Estado a nivel del o los municipios, la federación y la entidad -ésta al menos en cuanto a su actividad ministerial-, durante los hechos y su indagatoria. Una simulación que se demuestra premeditada al referirnos a la policía de Iguala y tal vez Cocula, en principio, sin saber hasta qué grado involucra a las otras instancias.
Cuando
luego de la jornada cuyos horrores debemos imaginar a partir de este parco
relato y que con la desaparición de los cuarenta y tres jóvenes llega al clímax
de un modo todavía en la más absoluta sombra; cuando en los días tras los
sucesos, pues, las versiones de la autoridad como un todo involucran a los
Guerreros Unidos, se tiene la impresión de que se culpará a éstos por la
tortura y muerte de Julio César.
Fue
en ese clima, el de las investigación desarrolladas por la Procuraduría General
de la Republica, que apropósito formulé las preguntas sobre la factibilidad de
que el crimen organizado arrancara la piel y los ojos del muchacho hasta
hacerlo morir por dolor.
Si
la PGR fabricó el caso en su conjunto, conforme parecen demostrar las observaciones
de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ¿por qué separar el
asesinato de Julio, acusando a un policía municipal? ¿Por el mensaje enviado en
los restos cuya fotografía, insisto, necesariamente recorrería el país y quizás
el mundo, como sucedió? ¿Y qué nos dice el gobierno nacional con su sentencia sobre el hecho?: Mentimos descaradamente ¿y? Nada pueden hacer para evitarlo, normalistas, familiares de ellos, defensores de derecho humanos que acuden en su ayuda, prensa en procura de la verdad; redes sociales que documentan lo contrario, millones de mexicanas y mexicanos en las protestas tras las cuales damos el fallo, sociedad toda.
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