viernes, 22 de mayo de 2015

Más Hermanos en armas. Michoacán y el contexto nacional

El 22 de mayo de este 2015 la prensa informa de un enfrentamiento entre en Tanhuato, Michoacán, entre policías y civiles, que deja treinta y nueve muertos o más. La población queda en la zona de influencia del cartel cuya violenta, reciente reacción tuvo como centro otras entidades y por razones en principio y sólo en principio distinta a la guerra civil de facto que vive la entidad michoacana desde unos años atrás.
Abiertamente relacionada con ella está a cambio la masacre en Apatzingán, en ese mismo estado, el 20 de abril anterior, que según Laura Castellanos, una reportera muy bien documentada, representa un crimen de lesa humanidad.
Hermanos en armas, el trabajo de Luis Hernández N. que ya citamos, se concentra sobre todo en Michoacán, relacionandolo con Guerrero y otras partes del país. A mediado de 2014 resumía así el panorama:
Michoacán está en llamas, pero por optimismo gubernamental no queda. Desde que las autodefensas se levantaron en armas el 24 de febrero de 2014, las autoridades gubernamentales desestiman la dimensión del asunto, y ensalzan los éxitos de sus estrategias. 
A pesar de que los combates continúan y los narcos siguen en lo suyo, el comisionado para la Seguridad y el Desarrollo Integral de aquel estado, Alfredo Castillo Cervantes aseguró el sábado 10 de mayo de 2014 que el proceso de desarme, registro y desmovilización de los grupos de autodefensa en Michoacán “avanzó de forma exitosa”.
No hay novedad en sus declaraciones. Independientemente de lo sucedido en los campos de batalla, vez tras vez ha dicho lo mismo. A los pocos días de ocupar el cargo, empeñado en minimizar el conflicto y ensalzar la estrategia oficial, declaró que el avance de las fuerzas federales en Tierra Caliente había sido “menos complejo de lo que esperaban”.
No fue el único funcionario en usar ese tono optimista para referirse a lo sucedido en Michoacán. En enero de 2014, Monte Alejandro Rubido, entonces vocero de la Comisión para la Seguridad y Desarrollo Integral, seguró
que el eficaz despliegue de las fuerzas federales y la sustitución de los policías de 27 municipios generó que el margen
de maniobra de los grupos delincuenciales esté prácticamente reducido a cero.
Palabras parecidas se han escuchado desde comienzos de 2007, cuando Felipe Calderón decretó la guerra contra el narcotráfico en Apatzingán. Y se repitieron durante las dos ofensivas gubernamentales anteriores. Hoy sabemos que eran mentira, meras ráfagas de saliva y papel en la batalla por la opinión pública. Sus estrategias fueron un fracaso. Los malosos conservan el control del territorio, hicieron crecer sus negocios y ampliaron su influencia en todos los ámbitos de la sociedad y el poder del estado.
En los hechos, dígase lo que se diga, en Michoacán hay una guerra que no ha terminado. Dos bandos armados combaten, tienen bajas, disputan un territorio, realizan acciones de sabotaje, cobran rentas. Utilizan armas de alto poder de uso exclusivo del Ejército, vehículos blindados y sistemas de información sofisticados. Cuentan con base social.
La guerra que libran es inusual. No es una guerra civil pero los ejércitos que pelean están formados y conducidos por civiles. En los hechos, cuestionan el monopolio de la violencia legítima por parte del Estado. Mientras ellos echan bala, en el campo de batalla coexisten con policías federales, estatales y municipales, y con el Ejército. Ambos bandos aseguran que, en distintos momentos, una u otra de las fuerzas del orden han apoyado a sus rivales.
Como en todas las guerras, en ésta la primera baja ha sido la verdad. Las versiones sobre lo que acontece se suceden unas a otras. Las palabras de unos son contradichas por las de otros. Los distintos relatos se contraponen y se desmienten.
Hay una guerra, aunque Hipólito Mora, fundador y una de las principales figuras de las autodefensas, le llame de otra manera. No —le dijo a Milenio— no es guerra. Nos estamos defendiendo. Nada más. No atacamos a nadie. Nosalimos a buscarlos a ellos. Estamos nada más cuidando el pueblo para que no entren. No estamos en guerra, nada más defendiéndonos…Tenemos que defendernos. Si llega alguien no me voy a dejar o me voy a cruzar de brazos. Tengo que hacer mi deber que esdefenderme.”
¿Por qué se pone en duda el optimismo gubernamental?
Por el enraizamiento del fenómeno del narcotráfico en la vida del estado. Los templarios se abrieron paso en la sociedad michoacana como grupo justiciero local de autodefensa para enfrentar la barbaridad de otros cárteles.
Desde allí, tejieron una imbricada malla de relaciones con la economía, la política, la justicia, los aparatos de seguridad estatales y la sociedad. Esa red les proporcionó simultáneamente una base social real y una enorme masa de damnificados que los odia y teme.
Los centros geográficos clave de la actual disputa son la Tierra Caliente michoacana, el puerto de Lázaro Cárdenas y la escarpada Sierra Madre del Sur que separa una ciudad de otra. Apatzingán y su valle son el epicentro de la vida económica y política calentana. Allí se concentran las sedes de las instituciones y los poderes formales. También está la 43 Zona Militar, que tan poco eficaz fue en el combate al narcotráfico. Los Caballeros Templarios establecieron en esa ciudad una especie de centro financiero, desde el cual controlaban la recaudación de los demás municipios. Su cuartel general se encontraba en Tumbiscatio.
(...)
CONTINÚA

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