“Con el inicio de la década de los 70 comenzó a construirse una
nueva forma de ser indio y una valoración distinta a la tradicional dentro de
la sociedad urbana. El derecho y el valor de la diferencia, la reivindicación de
la autonomía como el terreno propicio para desarrollarla, y la exigencia de
participar en el pacto nacional sin tener que renunciar a lo específico,
comenzaron a abrirse paso de muy distintas maneras. Detrás de este proceso hay
un aliento democratizador profundo (…) La insurrección zapatista precipitó
dentro de las comunidades indias una revaloración profunda de su identidad (…) Esta
oleada (…) se vivió en la Montaña y Costa Chica de Guerrero con gran
intensidad..
(…)
“Al arrancar la década de los noventa del siglo pasado, la LuzMont
[Luz de la Montaña, organización campesina formada por cafeticultores indígenas]se
topó con la barbarie de los caciques regionales y sus pistoleros, con la
inseguridad en la región y la complicidad policíaca con los maleantes. Sus
socios y la Luz de la Montaña misma fueron víctimas de asaltos, robo de ganado,
asesinatos y de la violación de sus mujeres. Como el gobierno no se hacía cargo
del problema, inevitablemente ellos tuvieron que enfrentar el reto de
solucionarlo.
“Felipe [Felipe Francisco Reyes, Me’phaa o tlapaneco] participó en
esa lucha. Realmente estaba muy orgulloso de lo que él y sus compañeros habían
logrado hacer en el terreno productivo. Pero también se encontraba muy
preocupado del clima de inseguridad que se vivía en su tierra, de los robos a
la Luz de la Montaña.
“En varias ocasiones —nos platicó— asaltaron a los comisionados de
la organización que subían a pagar a sus miembros el café ya vendido. El
abigeato marchaba a toda máquina. Incluso habían abusado de varias mujeres.
Cada vez que hacía referencia a esa penosa situación sentenciaba:
´No vamos a estar esperando a ver cuándo llegan la seguridad, la democracia y
la justicia, si no las hacemos nosotros nunca van a llegar´.
“En 1995, la Luz de la Montaña, junto a otras organizaciones productivas
como la Unión Regional Campesina (también integrante de CNOC), la Sociedad de
Solidaridad Social de Productores de Café y Maíz, y el Consejo Guerrerense 500
Años de Resistencia comenzaron a movilizarse para exigir al gobierno que
cumpliera con sus obligaciones de garantizar la seguridad pública y a defender
ellos mismos a sus comunidades. En estas jornadas de lucha se establecerían las
bases de lo que años después sería la Policía Comunitaria.
“Sacerdotes de la diócesis de Tlapa sensibles al sufrimiento de
sus feligreses también se involucraron en el asunto.
(…)
La creación en 1998 de la CRAC-PC (siglas de Coordinadora Regional de
Autoridades Comunitarias y Policías Comunitarias) “es expresión de este proceso”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario