clamando:
“¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!”
MASA
César Vallejo
Veo correr noches, morir los días,
agonizar las tardes
Morirse todo de terror y de angustia.
Porque ha vuelto a correr la sangre de
los buenos
y las cárceles y las prisiones
militares son para ellos.
Porque la sombra de los malignos es
espesa y amarga
y hay miedo en los ojos y nadie habla
porque el plomo de la mentira cae,
hirviendo,
sobre el cuerpo del pueblo persignado.
Porque hay engaño y miseria
y el territorio es un áspero edén de
muerte cuartelaria.
¡MI PAÍS, OH MI PAÍS!
Efraín Huerta
El mensaje
Julio César Mondragón Fontes, estudiante de la
normal rural de Ayotzinapa, perdió la vida en la masacre de Iguala. Nunca fue entregado a grupo delictivo
alguno, como supuestamente ocurrió con sus 43 compañeros desaparecidos
hasta hoy. Fue detenido, torturado y ejecutado allí mismo por la policía
municipal.
El cuerpo no fue ocultado, sino expuesto,
abandonado en una calle de Iguala. Arrancado el rostro, extraídos los ojos. Pronto esta imagen comenzó a circular en las
redes sociales, alguien, no sabemos
quién, le tomó una fotografía que pronto se hizo pública. El mensaje fue
enviado.
Es importante recuperar las significaciones
inscritas en el cuerpo de Julio César, un mensaje que se ocuparon de allegarnos
desde que le arrancaron la vida. Esa forma de matar, la técnica ocupada, no se
practicó y planificó para no ser vista. Es la razón por la que abandonaron el
cuerpo y no lo ocultaron, así fue desde que se tomó la foto y se reprodujo.
Los torturadores
La tortura ha tomado tales proporciones que se ha
convertido ya en un instrumento de gobierno. Uno que no debemos ignorar.
Las técnicas de tortura son enseñadas, mecanizadas
y se exportan de un país a otro. Hay un aprendizaje de la tortura, un
entrenamiento en ello y los “expertos” van ofreciendo sus servicios de
“capacitación” de un gobierno opresor a otro. La tortura generalizada es
evidentemente un asunto político y económico, no solamente psicológico.
El psicoanalista Raúl Páramo Ortega, en el artículo
“Tortura, antípoda de la compasión”, nos ofrece valiosas claves
para comprender la magnitud de la tragedia a la que nos enfrentamos, así como
fundamentos para señalar la responsabilidad del Estado mexicano por practicar
la tortura y además generar, en distintos niveles y dimensiones, condiciones
favorables para la masificación de esta práctica. Páramo comenta:
“Las explicaciones a nivel de
psicopatología individual siguen fracasando al querer caracterizar la
personalidad del torturador. Ninguna explicación individual basta porque en
realidad la personalidad del torturador corresponde a un tipo determinado de
sociedad con la que se confunde. (…) si algo tiene ese tipo de personalidad es
precisamente no ser a-social sino producto neto de un tipo de sociedad”.
La sociedad que crea condiciones propicias para la
tortura es aquella educada para la competencia, el egoísmo, la obediencia
ciega, el autoritarismo y la violencia. Sin duda, todas esas características
las encontramos en el México de hoy.
Por otro lado, señala que: “El presupuesto fundamental, el núcleo central para que la tortura
sea tortura, es el que el otro esté a mi merced. La disponibilidad –ciertamente
forzada- del otro es condición previa para la tortura. En la medida en que se
dé la situación de impotencia total, estará dada la invitación/seducción a
cierto grado de tortura”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario