El Dr. Ricardo Loewe, médico y perito forense austriaco-mexicano, fundador del
Colectivo contra la Tortura y la Impunidad en nuestro país, reunió información
sobre los casos de desollamiento del rostro que se registran en territorio
nacional. De los dos más conocidos la prensa reportó el hallazgo,
en la colonia Guadalupe, en Tepic, Nayarit, el 6 de abril de 2011, a
las afueras de un taller mecánico: "Las
primeras indagatorias señalan que los hombres fueron desprendidos de su
piel cuando aun (sic) estaban con vida, también les sacaron el corazón en
un acto de total brutalidad."(2) Lo que se extrajo, al menos de un
cuerpo, yace al costado de quienes identifican como jóvenes que vivían cerca
del lugar. Es el clímax de una serie de sangrientos choques "entre grupos
de la delincuencia rivales".
Estos son los cuatro casos restantes,
de acuerdo el Dr. Loewe. Junio 2011, un abogado y su cliente, un policía,
encontrados juntos en Tepecuacuilco, Guerrero, población próxima a
Chilpancingo. No hay presuntos culpables.
Noviembre 2013, un
desconocido, aparentemente, en Zimatlán, Oaxaca, que se presume torturaron los
Zetas o el Cartel del Golfo.
Dic. 2014, una
enfermera de diecinueve años, cuya desaparición se produjo en las afueras
de Uruapan, Michoacán.
Apenas a fines de junio la familia
Mondragón tuvo acceso por fin al reporte necrológico sobre los restos de Julio.
Se confirma así lo que en septiembre afirmo oficiosamente el Semefo de Iguala,
integrado a la Procuraduría General de Justicia del Estado de Guerrero, y
agregó luego la autoridad federal: murió por edema cerebral causado por
fracturas múltiples de cráneo; la mutilación fue
provocada post mortem‘‘por la fauna nociva que se encontraba en el
lugar’’.
El documento permite una opinión
fundamentada del propio Dr. Loewe. Su informe se acompaña con las fotografías
de los sacrificados que mencionamos:
“La comparación de las fotos permite apreciar que
la marcada con el Nº 6 -correspondiente al cadáver de Julio César
Mondragón- presenta una técnica superior a las de los otros casos: Incisiones
precisas que dejan los huesos de la cara disecados. Así, se aprecia el cadáver
de un hombre joven, con la cara de “la muerte”, como aparece en el imaginario
social. Es muy improbable que un policía municipal haya sido capaz de realizar
un crimen de esta naturaleza.
“La fotografía de la izquierda [la de los restos de
Julio] muestra un charco de sangre que no corresponde a la posición de la
víctima. Esto puede deberse a su lucha por sobrevivir o al cambio de posición
post mortem. Como quiera, es importante recalcar que los cadáveres no sangran,
por lo que se infiere (en el caso de que la sangre sea de Julio César, lo que
es muy probable) que fue desollado vivo.
“También es importante mencionar que la víctima
tenía fuerza física por el tipo de capacitación que recibía. Esto significa que
tuvo que ser sometido por varias personas mientras era desollado. En la muñeca
izquierda y el antebrazo derecho se aprecian zonas equimóticas correspondientes
a la sujeción. Las manchas obscuras y circulares en la muñeca y el flanco
izquierdos pudieran ser quemaduras eléctricas. Hay una excoriación en el codo
izquierdo, que indica que la víctima fue arrastrada en vida.”
El expediente que obra en Iguala deja
atrás los dichos sin comprobación, sobre cuándo y cómo se encontraron los
restos, y despierta dudas. En cuanto a las fotografías ilustra también otras
inconsistencias, al dar detalles que no coinciden con lo conocido por otras
fuentes.
Por su cuenta, un segundo expediente
que se recibe con retraso permite precisar los vagos informes sobre el destino
del policía municipal acusado.
En un artículo, Blanche Petrich aclara
el nuevo panorama:
“Por el asesinato del joven normalista
nadie ha sido imputado. El único detenido, un policía municipal de Iguala, Luis
Francisco Martínez Díaz, fue arrestado en febrero pasado en el Distrito Federal y
arraigado en un penal de Veracruz, donde tenía abierta otra causa. Sin embargo,
fue liberado un mes después sin que autoridad alguna informara nada a la
defensa legal de la familia Mondragón, representada por la abogada Sayuri
Herrera
(…)
“No habían
transcurrido más de cuatro o cinco horas entre el último de los dos ataques de
la policía municipal de Iguala contra los estudiantes de la Normal Rural Raúl
Isidro Burgos, de Ayotzinapa, el 26 de septiembre del año pasado –entre 11 y 12
de la noche–, cuando una fotografía de un cuerpo humano al que le arrancaron el
rostro con todo y ojos impactó en las redes sociales. Era el cadáver desollado
de Julio César Mondragón.
“Esa imagen aterradora
empezó a circular en Twitter en horas de la madrugada, antes de que el
Ministerio Público de Iguala llegara al lugar donde yacía el cuerpo para
realizar la primera inspección ocular y el levantamiento del cadáver. El crimen
presuntamente se cometió en una calle de terracería, a la altura de un almacén
de Coca-Cola y una cancha de tenis, sitio conocido como Callejón del Andariego.
En el expediente se registró la hora de la diligencia: 9:55 de la mañana. Sobre
la ruta de la fotografía en redes sociales no se conoce que la policía de
Guerrero o la Federal hayan realizado un rastreo o peritaje cibernético.
“En cuanto a la
hora en la que la imagen se subió a redes sociales, da constancia el hermano
adolescente de Julio César, Lenin Mondragón, quien, según el testimonio de su
tío Cuitláhuac, fue el primero en percatarse de que su hermano estaba muerto,
al reconocerlo por su camiseta, su bufanda y sus manos, en la fotografía del
muchacho desollado. Era la madrugada cuando el resto de la familia aún tenía la
esperanza de que el joven estuviera vivo.
“Es, por cierto, una fotografía
casi idéntica –aparentemente parte de una serie de tomas cuyo origen aún no se
determina pericialmente– que forma parte de la averiguación previa de la
Procuraduría de Guerrero.
“La técnica
forense
“A pesar de las
características de las lesiones –cortes precisos desde la garganta hasta la
línea de nacimiento del cabello– y la ausencia de heridas graves en otras
partes del cuerpo, el dictamen de la necropsia del expediente asienta que la
causa de la muerte fue ‘edema cerebral, múltitples fracturas de cráneo,
lesiones producidas por agente contundente’.
“Según las
fotografías conocidas, el cadáver ya no tenía ojos. No obstante, el autor de la
necropsia establece: ‘Se observan pupilas dilatadas con presencia de mancha
negra esclerotical’.
“Más adelante,
registra ‘´marcas de caninos que interesa toda la cara y cara anterior del
cuello que interesa piel, tejido celular subcutáneo y músculos, preservando
estructuras óseas. Globo ocular izquierdo ennucleado post mortem y
globo ocular derecho sin tejidos blandos circundantes’.”